18/3/17

Jorge Luis Borges en su voz: Entrevista con Atilio Garrido [Radio Carve de Montevideo, junio de 1978]













—Quiere decir que este fenómeno mundial que es Jorge Luis Borges, venimos a saber ahora, nos pertenece un poquito también a los orientales.
—Sí, sí, desde luego. Puedo decirle esto: yo no sé si mi primer recuerdo, que curiosamente es el recuerdo de un cantero y de un arcoíris, debo situarlo de este lado del Río, en una quinta de Adrogué o en un modesto jardín de Palermo, o en la quinta de mi tío Francisco Haedo en el Paso Molino, en Montevideo. No sé si mi primer recuerdo corresponde a este lado del río o al otro.
Mi abuelo, el coronel Borges, nació en Montevideo e inició su carrera militar como artillero defendiendo la plaza sitiada: tenía 14 años. Luego se batió en la División Oriental de César Díaz, en la Batalla de Caseros: fue uno de los que decidieron la victoria y tenía 16 años, pero en aquel tiempo la gente maduraba pronto. Mi abuelo se hizo matar en la batalla de La Verde en el año 1874.


—¿Maduraba más pronto aquella gente? ¿Ese puede ser uno de los méritos de la generación anterior?
—Sí, creo que maduraba muy pronto, pero al mismo tiempo eran menos longevos que nosotros. La prueba de ello es que hay un poema de Lugones que empieza así: “Sintiendo vagar por su elegante persona/ Una desolada intimidad de hastío/ La bella solterona (Treinta y ocho años, regio porte, un tanto frío, de beldad sajona)”, etcétera. Bueno, pues todas mis amigas tienen 38 años y no son consideradas solteronas, pero en el año 1905, 1906, era otra cosa: a los 38 años una mujer tenía el triste derecho de llamarse solterona si no se había casado.


—Volviendo un poco a Uruguay, al margen de aquel recuerdo que usted no tiene definido…
—Tengo muchos otros recuerdos, sobre todo de la frontera, porque yo hice dos viajes con Enrique Amorim, casado con una prima mía, Ester Haedo, hasta Santana do Livramento, y ahí por primera y última vez en mi vida vi matar a un hombre. Y tengo otro primer recuerdo del Uruguay. Yo en Buenos Aires nunca había visto gauchos, pero en el Paso Molino vi troperos que traían hacienda de los departamentos del norte, y vi mis primeros gauchos, y eso me emocionó mucho, porque yo los conocía simplemente por la fama y por estampas. Pero ahí los vi de veras.


—Esos dos recuerdos, el fronterizo y el de los gauchos, ¿pueden haber motivado el cuento “El muerto”, que hace poco se llevó al cine?
—Sí. Les aconsejo que eviten el cine. Hicieron una película absurda con El muerto. Con decirles que yo situaba toda la acción en una estancia cimarrona de la frontera, allá cerca del Yaguarón o de Santana do Livramento. Bueno, todo ocurría en el año 1890 y tantos, y a ellos se les ocurrió dotar a esa estancia –y ustedes saben lo que son las estancias por ahí, que ni siquiera tienen montes– de billares, y hacer que los gauchos jugaran al billar. Pero no se buscaba un efecto cómico, era mera ignorancia de quienes hicieron la película. ¿Se da cuenta? ¡Gauchos de la frontera de Brasil jugando al billar!
—¿Y cómo fue entonces que se hizo la película estando usted en desacuerdo con la forma en que se ambientó?
—Bueno, yo simplemente firmé un contrato, mi editorial cedió los derechos y no tuve nada que ver con la película. Ni siquiera sé qué actores trabajaron, quién fue el director ni nada de eso. Simplemente ellos cedieron los derechos, se hizo el film, fui a verlo (aunque verlo en mi caso es una metáfora, porque estoy ciego desde el año 1955), pero algunos amigos míos me señalaron ese aspecto involuntariamente cómico.
—¿Con qué intelectuales del Uruguay usted se siente más vinculado, con mayor afinidad?
—Tendría que mencionar nombres ya pretéritos, pero soy un hombre viejo. No querría olvidar a Emilio Oribe, a Pedro Leandro Ipuche y a Fernán Silva Valdés, que me honraron con su amistad, pero no digo eso en desmedro de otros: son simplemente los tres primeros nombres que acuden a mi memoria. Y luego querría hablar también de mi tío injustamente olvidado, Luis Melián Lafinur. Yo recuerdo haber estado de chico en la casa de él, que creo que se ha demolido ahora, una casa en la calle Buenos Aires, en la península, en la Ciudad Vieja.
—Lamentablemente se están demoliendo muchas casas viejas, no solamente en Montevideo sino también aquí en Buenos Aires.
—Aquí en Buenos Aires ocurre otra cosa más rara: se construyen en el barrio de San Telmo, que no tiene ninguna tradición especial, falsas casas viejas, y hasta se le ha ocurrido a algún intendente poner un aljibe en una esquina. Todo el mundo sabe que los aljibes son para los patios, no para las calles, pero parece que ya se ha olvidado eso, de modo que hay una plaza en San Telmo con un aljibe en el medio, increíblemente.
—¿Los rioplatenses tenemos desapego por el pasado?
—No, yo creo que no. Creo que queremos el pasado pero, al mismo tiempo, en este caso lo falsificamos un poco. Fíjese que ahora en San Telmo están haciendo falsas casas coloniales, o falsas casas del tiempo de Rosas.
—Usted estuvo en la casa de su tío Luis Melián Lafinur, me estaba contando…
—Sí, estuve muchas veces y tuvo un destino bastante triste. El escribió un libro muy lindo sobre Juan Carlos Gómez y un libro titulado Tabaricidio, contra Zorrilla de San Martín, porque eran adversarios (Juan Zorrilla de San Martín, escritor emblemático del Uruguay, conocido como el “poeta de la patria” y autor del poema épico Tabaré, fue, además, padre del escultor José Luis Zorrilla de San Martín, autor del célebre monumento al general Roca de Buenos Aires, y abuelo de la vestuarista Guma Zorrilla y de la actriz China Zorrilla). El pensaba dedicar su vida a escribir una historia del Uruguay. Yo recuerdo la biblioteca de él, que ocupaba varias habitaciones, y él, ciego, recorriendo la biblioteca, ya incapaz de escribir el libro. Y murió, un hombre ya viejo. Hubiera podido, quizá, hacerlo. Pero yo creo que no, que es muy difícil, sobre todo un libro de historia, que requiere documentación. Quizá un ciego pueda dedicarse, como yo, a obras de imaginación, pero no a obras que requieren consulta. Y él murió ciego en esa casa vieja de la calle Buenos Aires, rodeado de los libros que le hubieran permitido ejecutar ese proyecto que él había acariciado toda su vida, de escribir la historia de la República Oriental del Uruguay. Y no pudo hacerlo.
—¿En qué año ubicamos sus viajes permanentes a la casa de la calle Buenos Aires en la Ciudad Vieja?
—Y a la quinta de mi tío Francisco Haedo en la calle Lucas Obes. Había un arroyo que se llamaba Quitacalzones y otro arroyo Miguelete también por ese lado, por el Prado.
—Un embajador argentino en nuestro país, cuando invitaba a las grandes recepciones decía “los espero en mi casa de la avenida Agraciada esquina Quitacalzones”, lo que en aquella época provocaba prácticamente el pudor de todos.
—Sí, claro, era un zanjón el arroyo. No lo recuerdo muy bien, pero corría por los fondos de la quinta. Bueno, todos esos recuerdos míos montevideanos yo no sé cuándo empiezan, pero sé que nosotros veraneábamos todos los años en Montevideo, en casa de mi tío Francisco Haedo, y que eran los veraneos largos de entonces, de dos o tres meses.
—Jorge Luis Borges, ¿encuentra similitud entre Montevideo y Buenos Aires y entre su pueblo?
—Sí. Yo siempre digo que Buenos Aires es un barrio de Montevideo.
—¿Buenos Aires un barrio de Montevideo?
—Sí, siempre lo digo, si son lo mismo. Hasta diría que Buenos Aires está más cerca de Montevideo que de Córdoba, por ejemplo, que tiene un carácter muy distinto, y mucho más cerca que de Salta, no sólo geográficamente sino espiritualmente.
—Ahora que usted me nombra a Juan Carlos Gómez y me recordaba la amistad con su tío Luis Melián Lafinur, ¿es partidario de la idea que en su momento propuso Juan Carlos Gómez y que causó la división del Río de la Plata, de la Patria Grande?
—Sí. Yo creo que tenemos que llegar a patrias más grandes todavía. Creo que tenemos que llegar a patrias tan grandes que ya no haya patrias. El que tenía la misma idea era Sarmiento. Pero a Sarmiento se le ocurrió una idea absurda: que para evitar la inevitable rivalidad entre Montevideo y Buenos Aires la capital estuviera en la isla de Martín García, algo sumamente incómodo desde luego, ¿no? Eso iba a llamarse Argirópolis, es decir la “ciudad del Plata”. A él se le ocurrió esa idea de la posible capital de ambas patrias creo que cuando estaba en Chile escribiendo el Facundo.
—Ya que estamos recordando un poco la génesis de estos países, leí hace poco un poema suyo donde usted sostiene la tesis de que Buenos Aires comenzó a fundarse por el lado de Palermo y no por San Telmo.
—Sí, pero es una broma mía. No, Buenos Aires realmente empezó a fundarse por San Telmo, sí. La primera fundación de Buenos Aires, la de don Pedro de Mendoza, fue en el Parque Lezama. La segunda fundación, en la que participó un señor llamado Juan de Garay, del cual soy descendiente, fue en la Plaza de Mayo, llamada Plaza Mayor, a una distancia de pocas cuadras. Además, en aquel tiempo no habría tal distancia, habría simplemente el campo pelado nomás, ¿no? Pero sé que la primera fundación tuvo lugar más o menos en lo que es el Parque Lezama. Ahora, la ciudad fue destruida por los querandíes, que venían del norte, del lado de San Isidro. Y luego ocurrió la segunda fundación en la Plaza Mayor, que fue el centro de la ciudad durante mucho tiempo.
 —Después de haber recorrido esta primera etapa en la vida de Jorge Luis Borges, y de haber descubierto su afinidad casi total con Uruguay, cosa que nos place.
—Y a mí también. (Risas)
—Queremos ir de a poco a otro tema. Jorge Luis Borges había expresado hace dos meses que cuando llegara el Mundial de Fútbol no podría estar en la República Argentina.
—Sin embargo, aquí estoy, y aquí estoy soportándolo. Pero creo que falta poco, ¿no? (risas). Yo no estoy en contra del deporte del fútbol, pero creo que es una frivolidad a la que se le da una importancia excesiva. Además, fomenta el nacionalismo, que es uno de los grandes males de esta época. Porque yo veo que no se piensa si un partido fue lindo o no: se piensa en quiénes ganaron, que es lo más aleatorio de un juego. En cambio, tratándose del ajedrez, por ejemplo, la gente puede estar interesada en el ajedrez. Pero creo que nadie está interesado en el juego mismo del fútbol: está interesado en tal o cual cuadro o en tal o cual país… pero en el juego mismo del fútbol nadie se interesa. Tengo esa impresión. Yo no sé: he asistido a medio partido de fútbol con mi pariente Enrique Amorim. Fuimos a ver un partido entre argentinos y orientales y, como no entendimos nada, nos fuimos, y ésa fue mi única experiencia. Y actualmente me molestan bastante los cornetazos y todo ese estrépito de automóviles que saludan a cada partido.
—Quiere decir que Borges vio sólo en su vida 45 minutos de fútbol.
—45 minutos de fútbol y, quizá, yo diría, 45 minutes too many, quizá 45 minutos de exceso, ¿no? En cambio, las carreras me parecen muy lindas, aunque no he asistido nunca al Hipódromo de Palermo, ni al de La Plata ni al de San Isidro, pero he visto carreras en el campo, he visto cuadreras, he visto pencas. Y es un lindo espectáculo, me parece.

—Volviendo al fútbol, pienso que usted, en definitiva, lo que sustenta como aspecto negativo es la identificación que se quiere hacer en los momentos actuales entre país y deporte.
—Yo creo que sí. Creo que es absurdo suponer que un país esté representado por sus jugadores de fútbol. En todo caso, tengo un concepto bastante modesto de los países. Y además que todo esto, como todos sabemos, es un comercio: se venden los jugadores, se compran, y esto lo aprovechan los hoteles para alzar los precios. No estoy revelando ningún secreto, ¿no? Ya la vida está bastante cara en Buenos Aires, y alrededor está más cara todavía.
—¿Piensa que el Mundial ha incidido en eso?
—Sin duda. En todo caso en los comercios dice “precio del Mundial”, y ese precio no es ciertamente una rebaja.

—¿Usted por qué no quería estar aquí durante el Mundial?
—Porque temía un gran barullo. Felizmente ha habido menos barullo del que yo temía. Desde luego, vivo aquí en el centro, y es bastante sensible todo eso. Si viviera un poco afuera, o si viviera como viví durante tres años en el sur, quizá se notaría menos. Pero acá se nota mucho.
—Yo noto una cosa en los argentinos. Por ejemplo, si en mi función de periodista digo que Argentina jugó mal o fue favorecida por un árbitro, aquí se entiende como que estoy diciendo que todos los argentinos son malos porque juegan mal al fútbol o sobornadores porque intentan comprar jueces.
—Es absurdo juzgar a un país por el fútbol, que es algo tan trivial. Además, es un juego que no tiene ninguna tradición aquí. Cuando yo era chico no se hablaba de fútbol: caramba, se hablaba de riñas de gallos y de cuadreras. Qué raro que siendo Inglaterra un país tan odiado aquí (yo no lo odio, yo quiero muchísimo a Inglaterra; yo tengo una abuela inglesa que se casó precisamente con ese abuelo mío oriental, el coronel Francisco Borges), qué raro que nunca se emplee contra Inglaterra el argumento de haber difundido por el mundo el fútbol, ese juego que fue atacado, y yo lo descubrí hace poco… parece que hay una referencia contra el fútbol en El rey Lear, de Shakespeare. Y luego Kipling, según se sabe, atacó al fútbol también. El pensaba en el Imperio y quería que su país fuera un país de soldados y de marinos y no de jugadores de fútbol. Los jugadores son una minoría, además, ¿no?

—Los jugadores de fútbol, ¿no han venido en el mundo de hoy a sustituir a los ejércitos?
—Bueno, yo creo que no. En todo caso, en relación con los militares, no se los usa. Son muy pocos los jugadores de fútbol. Lo que hay son espectadores. Cada equipo consta de 11 jugadores, si no me engaño. En cambio los ejércitos, caramba, son desgraciadamente mucho más numerosos.
—A Borges le rechina juntar la idea de un país con la idea del fútbol…
—O con cualquier otra idea. Yo no sé hasta dónde un país puede ser representado por unos cuantos individuos. Quizá lo importante en un país sea, digamos, el promedio. Por ejemplo, en los países escandinavos no hay criminalidad. Bueno, eso me parece que es un buen indicio, más allá del hecho de que hayan producido hombres de genio como Ibsen o Swedenborg o lo que fuere. Es más importante el promedio de la gente. Ni siquiera puede juzgarse a un país por sus hombres de genio, que son forzosamente esporádicos. Yo admiro mucho a Emerson, pero no creo que los Estados Unidos estén poblados exclusivamente por Emerson. Creo que están poblados por millones de personas bastante distintas de Emerson y bastante mediocres por lo demás. Y quizá eso puede decirse de todo país.

—¿Cómo ve usted, Jorge Luis Borges, que el presidente de un país como Perú baje a la cancha y se coloque la camiseta de su selección para festejar un triunfo?
—Es una medida crasamente demagógica.

—¿Y que un presidente, en el caso de los argentinos, que hace un año declaró que iba al fútbol por primera vez, un poco parecido a usted, ahora baje a los vestuarios, salude a los jugadores, festeje las victorias?
—Yo no quiero decir nada contra este gobierno, porque me parece el único gobierno posible. No diré el mejor gobierno posible, pero sí el único gobierno posible en estos momentos. Y diría lo mismo del gobierno de Uruguay o del de Chile. No quiero atacar a este gobierno porque es hacerles el juego a los peronistas, a los comunistas, etcétera. De modo que yo no diré una palabra sobre eso.

—¿Borges es antiperonista y anticomunista?
—Desde luego, sí. Y, sobre todo, antinacionalista.

—Antinacionalista. Quisiera que lo explicara un poquito más, ¿puede ser?
—Bueno, todo esto lo explicaron ya los estoicos. En Grecia, según usted sabe, la gente se definía por la ciudad en que había nacido, ¿no? Heráclito, de Efeso, Tales, de Mileto, etcétera. Los cosmopolitas lanzaron esa idea extraña de que el hombre era ciudadano del mundo. Esa palabra ha degenerado; ahora se usa en el sentido de turistas. Pero es la palabra “cosmopolita”: “polis”, ciudad, “cosmos”, el orden del mundo. Y ya que he hablado de la palabra “cosmos”, querría señalar una pequeña curiosidad etimológica. La palabra “cosmética” tiene la misma raíz, porque el cosmos es el orden del universo, el orden de los astros, el orden de las estaciones, el orden de los planetas, y la cosmética es el pequeño orden que las damas le dan a su cara. Pero es la misma raíz: “cosmos”, “cósmico” y “cosmética”. Bueno, pues los estoicos dijeron aquello que sin dudas escandalizó a todos, de que un hombre no era ciudadano de Atenas o ciudadano de Mileto o ciudadano de Tebas, no, que un hombre es ciudadano del mundo. Y yo creo que debemos sentirnos ciudadanos del mundo y olvidar, como sin dudas se olvidarán, los diversos colores que se marcan en los mapas. Y posiblemente merezcamos algún día no tener ningún gobierno, o un solo gobierno central que puede ser administrativo y policial y ninguna otra cosa, ¿no?

—¿O sea que hay un hombre por encima de las demarcaciones, que son circunstanciales?
—Sí. Yo diría que los individuos existen pero que los países existen de un modo abstracto solamente. Además, estoy en contra de todo nacionalismo –desde luego incluyo al nacionalismo argentino también–, porque insiste en las diferencias, y creo que debemos tratar de insistir en las afinidades, en lo que puede unirnos a nosotros. Por ejemplo, bueno, usted es oriental –en mi tiempo se decía oriental y no uruguayo– y yo argentino, y debemos insistir en lo que puede unirnos y no en lo que puede separarnos.

—¿El fútbol no une?
—No, desde luego: acentúa las diferencias.

—Usted dijo una cosa muy linda, y es que nosotros antes éramos orientales. Y es realmente así.
—Y además hay otra cosa: la palabra “oriental” es muy linda. Recuerdo unos versos de Ascasubi, que era cordobés, para celebrar la victoria de Cagancha: “Querelos, mi vida, a los orientales, que son domadores sin dificultades/ Que viva Rivera, que viva Lavalle/ tenémelo a Rosas que no se desmaye/ Los de Cagancha se animan al diablo en cualquier cancha”. Qué lindos versos criollos, escritos casi inmediatamente después de la victoria de Cagancha.

—¿Cómo fue que deformó la palabra “oriental” y nos hemos transformado en esa cosa mucho más híbrida que es “uruguayo”?
—Yo no sé. Eso podría contestárselo mi tío, que ha muerto, Luis Melián Lafinur. Pero sé que mi abuela, que había nacido en Mercedes, decía de Santos: “Habla de los uruguayos, ¡qué guarango! Yo soy oriental”. Y además ustedes recuerdan, usted sabe perfectamente bien, que no se habla de los “33 uruguayos” sino de los “33 orientales”, que no se dice “uruguayos, la patria o la tumba” sino “orientales, la patria o la tumba”. Además, la palabra “oriental” es muy linda. Qué raros esos dos nombres, eh: “oriental”, que evoca el oriente y que invoca, por su sonido, el oro, y “argentino”, que invoca la plata. Tenemos esos dos metales, la plata y el oro, de los dos lados. Qué lindas palabras. En un poema, por ejemplo, parecería difícil usar la palabra “uruguayo”. En cambio, la palabra oriental, sí.

—Es un poco el oriente del río Uruguay, ¿no es así?
—Sí, es eso exactamente. Pero quiero decir que si usted en un poema pone la palabra “oriental”, queda bien. Si pone “uruguayo”, es casi como si pusiera “paraguayo”. Es otra cosa, parece un poco extranjero ya, ¿no? 

—La exaltación de los nacionalismos, en definitiva, ¿les hace mal, en vez de hacerles bien, a los países?
—Sí, yo estoy totalmente seguro de eso, y lo malo es que el nacionalismo ahora corresponde a la derecha y a la izquierda, porque los comunistas son nacionalistas y los nazis o los fascistas son nacionalistas también. Todo el mundo es nacionalista ahora. Los únicos que nos escapamos somos usted y yo en este momento. Parece que el resto del mundo está equivocado, ¿no? (risas).

—Que estamos logrando una afinidad a través de la conversación, en vez de separarnos…
—Desde luego, sí. Yo me he educado en un país que es extraordinario, uno de los países más cultos del mundo, Suiza, y no hay nacionalismo. Y no puede haber nacionalismo porque los suizos son o de cepa francesa o de cepa italiana o de cepa alemana y profesan diversas religiones. Ginebra fue la capital del calvinismo, y hay cantones que son católicos. Pero todos se sienten suizos sin poder definir muy bien qué es eso. Salvo que se trata de un país muy culto, que es su rasgo principal, desde luego.

—Hay una cosa muy importante que quisiera conversar con usted. Jorge Luis Borges ha trascendido a la popularidad, se ha hecho popular…
—Sí, pero yo no he hecho nada en ese sentido. A mí me ha sucedido la popularidad, yo no la he buscado.

—En los últimos años. ¿Por qué no antes?
—Creo que precisamente por la radio, por la televisión, por el periodismo. Recuerdo que a mí me honró con su amistad Leopoldo Lugones, y lo acompañé digamos una media docena de veces desde la Biblioteca Nacional de Maestros, allá en Rodríguez Peña y Charcas, hasta la redacción del diario La Nación en Sarmiento y Florida. Bueno, yo iba del brazo de Lugones, que era evidentemente el primer escritor argentino, y nadie lo identificaba en la calle ni se daba vuelta para mirarlo y decir: “Mirá, ahí va Lugones”. Es decir, el escritor antes era un particular y ahora desgraciadamente ya es un hombre público. Ahora los escritores somos casi como jugadores de fútbol, casi como políticos, ¿no?

—¿Eso le molesta?
—Sí, me molesta bastante.

—Los medios de comunicación, en definitiva, le causan a usted...
—Los medios de comunicación sirven para vender más libros. Pero como yo no soy editor ni librero, a mí no me interesa que los libros se vendan, fuera del hecho de que los libros me ganan amigos o enemigos.

—¿Borges no escribe para el público?
—Yo no escribo para una mayoría ni para una minoría, escribo urgido por una íntima necesidad de escribir. Si yo fuera Robinson Crusoe y estuviera en mi isla desierta, seguiría escribiendo.

—Quiere decir que Borges escribe para satisfacer su necesidad interior aunque su página no la lea nadie: no le interesa.
—No, no, no me interesa. Yo nunca he pensado en ser popular, pero he llegado a serlo sin querer. Ahora mis libros han llegado… bueno, hay uno que está llegando a la novena edición, pero no he hecho nada en ese sentido. Hay una palabra espantosa que se usa ahora, que es la palabra “promoción”. Eso no  existía en mi tiempo, desde luego, y la presentación de libros tampoco, porque no se presentaban libros entonces. Todo ese sistema de publicidad que nos ha venido parcialmente de Francia, pero especialmente de los Estados Unidos, el hecho de que todo sea comercial, de que todo sea público, es una lástima realmente. Pero en fin: parece inevitable que yo proteste.

—Yo le agradezco mucho, Jorge Luis Borges, por haberme usted recibido aquí sin conocerme siquiera: ha sido para mí un gran placer, una de esas cosas que se recuerdan durante todo el resto de la vida de uno.
—Bueno, muchísimas gracias.

—Y le pido sí un saludo para los uruguayos.
—¿Cómo?

—Un saludo para los uruguayos, para culminar la nota.
—Y bueno, me parece que después de lo que he dicho he estado saludándolos todo el tiempo. He estado recordando mi sangre uruguaya, que la tengo por el lado materno por Jacinta Haedo de Suárez, y por el lado paterno más directamente por mi abuelo Francisco Borges Lafinur, que nació en Montevideo durante la Guerra Grande y se batió como artillero contra los blancos de Oribe, ¿no?

—Muy gentil, Borges, muy amable.
—Muchas gracias.


Imagen, texto y audios publicados en Diario Perfil
8 de enero de 2017 y 15 de enero de 2017
Entrevista original con Atilio Garrido
Para Radio Carve de  Montevideo, junio de 1978


17/3/17

Jorge Luis Borges: Los breves días de Shelley






"Juro ser justo y libre. Juro no hacerme cómplice, ni por el silencio de los egoístas y de los poderosos. Juro consagrar mi vida a la belleza." Tal fue la fórmula decidida que se expresó a sí mismo el escolar Percy Bysshe Shelley en un acceso de soledad, lejos de los alfilerazos de sus compañeros, escollos vivientes de sus sueños líricos. ¿Se puede en verdad consagrar toda una vida al culto de la belleza, tan exigente como es? ¿Necesitará ser breve aquella vida, para no claudicar? Nuestro poeta contó hasta treinta los años que se suman exclusivamente para uno. ¿Y desapareció antes de tiempo quien cursó por vocación insigne todas las ramas de la poesía? ¿Aquel número de años vividos no separa la juventud de la época en que el individuo se ve obligado a totalizarse como hombre a causa de la exigencia cruda de las circunstancias? Vivió lo suficiente. Todos vivimos lo necesario. No hay escritor malogrado: esta palabra es eufemismo que se emplea para dorar vidas breves que evitaron la certificación del fracaso por cortarse a tiempo. 

Tampoco hay en los casos de aprovechamiento rotundo de la existencia vidas breves. Porque la vida de Shelley equivale a otra doblada en años más de lentísimo éxito. Para la vida no cuentan los números fríos, cantidades siempre y no cualidades. Hay vidas breves, largas en alguna dimensión. Lo que me parece más incuestionable es la distinta duración de los días (y aun desde el punto de vista astronómico hay razón en hablar así): creo en las vidas de los días breves (y en las de dilatados días). De este modo somos más exactos ante el panorama de una vida admirable y más piadosos. Que un hombre de corazón ardiente, arrebatado, vive mucho en un día de su existencia no convence, porque sería hacer a tal hombre eminentemente práctico: ¿y lo son los poetas? ¿Cuántas horas no perdió el artista para su logro interior o para la misma obra? En una hora determinada le faltó un minuto para llegar a su destino del momento y por no llegar se perdió esa hora: el día a que corresponde tal hora resulta más breve que otros sin tal inconveniente. Como a la imaginación se la espera en ocasiones sin que llegue en todo el día, éste no sólo fue breve, sino que no existió para el artista o poeta puro. ¿Cómo lo contará si le ha sido exagerado vivirlo, sufrirlo? Shelley quizás haya desaparecido contando mucho menos de treinta años válidos para el Shelley inconfundible; somos malos agrimensores de las tierras del tiempo. 

Hay un suceso muy importante en la vida del gran lírico que éste no supo interpretar o no lo aprovechó. Shelley tiene injerencia en la abreviación de la vida de Fanny Jurlay. Esta muchacha, hija adoptiva de los esposos Godwin, secretamente enamorada del poeta, no logró hacerle saber su pasión, pese a las cartas tiernas pero tímidas que le enviaba a Ginebra, donde aquél residía con las hermanas de ella, Mary y Clara, a consecuencia de una fuga. Tales cartas no fueron comprendidas por ninguno de los tres y sólo tuvo la discreta enamorada un reloj en cambio, obsequio de Shelley y Mary. Vueltos a Londres la vieron triste y quejosa de su soledad, y en Bath se renovó la llegada de las cartas siempre amables de Fanny, pero en otra de Bristol se leía: "Salgo para un lugar de donde espero no volver". Efectivamente, en el cuarto de una posada de Swausea apareció una mañana su cadáver y una carta de la que resultó suicida: había acudido para el engañador alivio a una cantidad de láudano. La señora Godwin propaló que se había suicidado por aquel amor sin confesión, aunque en la carta se quejaba nada más que de su existencia enojosa. Después de abandonar a su primera mujer, Harriet Westbrook, el poeta quizás hizo concebir esperanzas sin pensarlo a la niña que, entre otras, trató en busca de satisfacciones sentimentales. Mucho lo afectó el suceso y se decía: "Cuántos sufrimientos pueden causarse sin quererlo. Cómo se puede pasar al lado de afectos profundos sin sospechar siquiera su presencia". 

El hecho es que esta pasión suscitada, aunque más no fuera por el trato del poeta, hizo abreviar una vida de muchacha muy sensible. Pero no fue advertencia para él mismo. 

Sin embargo, otro es el suceso más trascendente para su existencia por su significado. Este: también Harriet, su mujer, se suicidó, y de modo más terrible: el deceso fue por asfixia: un certificado decía: "encontrada ahogada"... Y eso, con pocos detalles más que hacían pensar en una vida irregular luego del abandono que él hizo de ella. Shelley se interrogaba acerca de la responsabilidad que le pertenecía por lo sucedido y apartábase horrorizado y con energía de atribuirse alguna. "Hice lo que debía. Cuando la abandoné ya no nos amábamos"... etc. Y pedía a sus amigos que le repitieran que no podía sacrificar su vida a una mujer mediocre, cosa que ya él se adelantaba en sus escrúpulos de conciencia. (¡Y cuánto se imaginó aquella cabeza rubia con los estigmas de color y aspecto siempre repulsivos de los ahogados!) 

Este episodio no le sirvió para aclarar en nada su porvenir. Era una señal más terminante y urgente. Y no la aprovechó. 

Todavía hay más. Y de su pluma. Pero no vio nunca nada fuera del significado estricto en sus propias palabras. En las propias palabras de sus propios versos. 

En todas las antologías se incluye una composición que, traducida, es la siguiente: "La mar del tiempo" y que dice: 

Mar sin fondo del tiempo, olas los años, 
dieron la sal las lágrimas de penas, 
cuyas mareas miden lo mortal,
es la mar que de víctimas se cansa, 
precipita despojos a la playa 
y rugiendo sin tregua pide más. 
Traidora en placidez 
y en la ira espantable 
¿quién sin temblar se puede a ti entregar? 

Esto, más o menos sujeto al inglés original, escribió el poeta. Y con todo no le fue bastante. No le bastó una vida abreviada voluntariamente. No le bastó que apareciera ahogada su primera mujer. Ya con ser más. Y en fin, no le bastó lo que más debió leer claro: su propia poesía sobre el mar. ¿Hubo ceguera? ¿Respecto de sí mismos cuál es el valor de profecía que tienen los poetas vinculados por tradición con los videntes?... En Pisa ya estaban en sublime compañía los amigos Byron y Shelley. Y en Génova el capitán Roberto construye para el poeta, y un amigo del mismo, Williams, un barco que se bautizó antes de tiempo con el nombre de Don Juan, en honor del lord poeta, el que a su turno ordenó otra embarcación, el Bolívar, de mayor calado. Necesitándose un alojamiento apropiado a orillas del mar se encontró solamente una casa grande, Casa Magni, con una terraza adonde llegaba el agua encrespada y desde la cual se dominaba el golfo de Spezzia. Fallecida Allegra, la hija de Byron, Shelley escribió al capitán Roberto para que substituyera el nombre de Don Juan por el de Ariel, a raíz de la enemistad que naciera contra Byron. Pero el yate llegó ostentando las letras repudiadas y como no se consiguiera por ningún medio borrarlas, hubo que recortar la vela y coserla de nuevo. El capitán genovés que llevó el navío afirmó que era muy bueno y veloz, aunque de manejo algo difícil con el mal tiempo. Williams y Shelley, sin verdadera competencia, habían hecho construir un yate estrambótico y elegante y eran necesarias dos toneladas de plomo para equilibrarlo. 

Los dueños del Ariel decidieron embarcarse solos, aparte de un grumete. Williams había servido tres años en la marina, pero Shelley era torpe, enredábase en las cuerdas, leía a Sófocles prendido de la barra y peligraba a cada instante de ser tumbado a bordo. Sin embargo era dichoso como nunca. Hubo el consejo de buscar un buen marino conocedor de la bahía. Para abordar en la playa de Casa Magni el gran calado del barco impuso usar una pequeña canoa para llegar en ella a la orilla, canoa muy frágil que se balanceaba al menor impulso y fue el juguete habitual de Shelley que oscilaba sobre las olas echado en ella. Y llevó un día a la señora Williams con sus dos hijos menores a un sitio peligroso y allí dijo: "Vamos a resolver juntos el gran misterio". Cualquier movimiento de los niños hubiera tumbado la débil cáscara. 

Un mediodía de julio amenazaba la tempestad al puerto de Livorno, donde a bordo del Ariel estaban los dos propietarios y el grumete; pero Williams, decidido a salir porque tenía prisa, afirmó que en siete horas llegarían a destino. Partieron y un marino que era experto comentaba que se iban muy arrimados a la costa y que debían haber salido antes, a más que la corriente podía ser un obstáculo. ¿Pero el nombre de Ariel qué significaba? El pueblo de los moabitas, que habitaba en la parte de la Arabia Pétrea situada al este del Mar Muerto, tenía entre sus ídolos a uno que denominaban Ariel; pero este nombre pasó a ser el de un ángel y ángel malo, para peor... Shakespeare, después, le dio empleo inmortal en La tempestad. ¿Se iría a encontrar el poeta Shelley entre una tempestad y un ángel? Pues la tormenta avanzaba contra el barco, que fue ocultado por las nubes a tiempo que el viento furioso y las olas altísimas, hermanos de la violencia, azotaban el puerto asombrado... Pocas horas más tarde alguien no dejaría de escudriñar con los catalejos el mar despejado, porque hay constancia de que estaba tan despejado el mar que no había en su extensión un solo barco... ¿Se habría cumplido para Shelley el destino que parecieron anunciarle tres signos de su vida y que no atendió? 

En la playa de Viareggio, días después fue encontrada una canoa pequeña y a más un tonel: y aquélla era, precisamente, la diminuta canoa del Ariel (¿probado entonces el ángel malo?), la canoa juguete del niño grande Shelley.

Y a la semana siguiente un cuerpo desconocido había sido arrojado a la misma playa de expectación. Era un cadáver de horrible aspecto: ¿peor que el de la mujer del poeta?... Sí, por estar destrozado por los peces en las partes no cubiertas por el vestido... ¡Ah! y en un bolsillo apareció un ejemplar del trágico griego que buscó el principio de la acción en la voluntad humana, Sófocles; y en otro bolsillo un ejemplar de las poesías del poeta Keats... ¡De poeta se trataba!

También aparecieron los cuerpos de Williams y del marino, que fueron sepultados en la playa. Al día siguiente de exhumado el cuerpo de Williams le tocó su vez a Shelley, enterrado en la arena entre el mar y un bosque de pinos. Estaba Byron para presidir una antigua ceremonia griega, la incineración del cuerpo ¿sugerida por un amigo? Y los niños de la región habían concurrido en gran cantidad. Y cerca se alzaban "los pinos de Italia", de que habla Darío; pero los pinos le debían a Shelley este verso en que dice: 

Enlázase a los pinos la guirnalda... 

Y la guirnalda es una corona abierta de flores... Les fue difícil a los soldados que cavaban dar con el cuerpo. Pero bruscamente un pico produjo un breve grito metálico al dar contra el cráneo privilegiado: así le habrá parecido a Byron que pensaba en la elegancia con que Shelley atravesaba los salones de fiesta. El cuerpo había sido casi calcinado por la cal que lo revestía. Luego, sobre la llama oportuna se derramó aceite, incienso y sal (el poeta dos veces probó la sal que entra en el bautismo) y se prodigó el vino. Tras unas horas en esa hoguera extraordinaria permanecía poco menos que intacto el corazón, islote de dulzura en ese mar de fuego, y entonces un amigo lo rescató en sus manos y recogió las cenizas y los huesos para meterlos en una urna de encina... ¿Pero la incineración se hizo por las disposiciones sanitarias que vedaban el transporte de un cadáver arrojado por el mar, o fue el mismo Shelley el que la había pedido oportunamente?... Parece que Mary, la segunda mujer, quería enterrarlo en el cementerio de Berna, que gustábale al poeta por su belleza. ¡Y aún se conserva el corazón del gran lírico guardado donde hay una inscripción que decreta en dos palabras: "Cor cordium"', ser el corazón de los corazones! 

Y es como si hubiera sido larga la muerte de Shelley, el de los breves días; primero fue asfixiado por el agua, una lucha, después fue reducido por el fuego, un tormento, y finalmente fue guardado en la urna, una sombra.



Primera publicación, bajo el seudónimo de Benjamín Beltrán
en Crítica, Revista Multicolor de los Sábados
Buenos Aires, Año I, N° 49, 14 de julio de 1934
Luego en Borges en Revista Multicolor (1995)

Imagen: L'Enterrement de Shelley, de Louis Édouard Fournier (1889)

Al pie: Retrato de Shelley que acompaña el texto, por Pascual Güida Vía


13/3/17

Borges profesor. Clase 21: Poemas de Rossetti. Rossetti visto por Max Nordau «The Blessed Damozel, «Eden Bower» y «Troy Town»





En la clase anterior vimos algunas de las composiciones menores —menores en extensión, no acaso en mérito— de Dante Gabriel Rossetti. Su composición más famosa, que arcaicamente se titula «The Blessed Damozel» —«damozel» es una palabra normanda, que equivale a «demoiselle»—y generalmente se traduce por «La doncella bienaventurada», corresponde, según se sabe, a una tela y a un poema de Rossetti. El argumento de «The Blessed Damozel» es un argumento extraño. Se trata de las desventuras de una persona, del alma en el Cielo. Se trata de sus desventuras porque está esperando la llegada de otra alma. La doncella bienaventurada ha pecado, su pecado ha sido perdonado, y cuando empieza el poema ella está en el Cielo, pero —y ya este primer detalle es significativo— ella está de espaldas al Cielo. Y ella se inclina sobre la baranda de oro desde la cual pueden verse abajo el Sol y la Tierra. Es decir, ella está tan arriba que ve al sol muy abajo, como perdido, y ve además al mismo tiempo como una suerte de pulso que late por todo el Universo.
Ahora, este poema, como casi todos los de Rossetti, es singularmente visual. El cielo no es vago. Todo es singularmente vívido, todo tiene un carácter gradualmente ominoso y al fin un poco terrible, nunca simplista. La primera estrofa dice:

The Blessed Damozel leaned out
From the gold bar of Heaven;
Her eyes were deeper than the depth
Of waters stilled at even;
She had three lilies in her hand,
And the stars in her hair were seven.

Es decir,

La Doncella Bienaventurada se inclinó
sobre la baranda de oro del Cielo;
sus ojos eran más profundos que la hondura
de aguas aquietadas al atardecer;
tenía tres lirios en la mano
y las estrellas de su pelo eran siete.

El poeta no dice «tenía tres lirios en la mano y siete estrellas en el pelo», sino «the stars in her hair were seven». Luego dice que a la doncella bienaventurada le parecía que apenas había pasado un día desde que llegó al Cielo, pero habían pasado años, porque el tiempo en el Cielo no corre como el tiempo en la Tierra, el tiempo es distinto. Esto nos recuerda aquella leyenda musulmana de Mahoma arrebatado al Cielo por la yegua al-Burak.399 La yegua, cuando emprende el vuelo con él —es una suerte de Pegaso alado, con plumas de pavo real, creo— empuja con el casco un cántaro con agua. Luego lleva a Mahoma al Cielo, a los Siete Cielos. Este conversa con los ángeles, atraviesa el lugar de los ángeles. Finalmente conversa con el Señor. Siente una especie de frío cuando la mano del Señor le toca el hombro, y luego él vuelve a la Tierra. Y cuando vuelve todo esto le ha parecido muy largo a él —ocurre lo contrario en el poema de Rossetti—, pero no se ha volcado todavía toda el agua del cántaro. En cambio, en el poema de Rossetti la doncella cree que ha pasado un rato en el Cielo y han pasado años. Esa doncella sabe que está en el Cielo, se habla de sus compañeros, se habla de sus nombres, se describe esa suerte de jardín o de palacios. Pero ella da espaldas al Cielo y mira hacia la Tierra, porque en la Tierra está el amante con el cual ha pecado, y ella piensa que él no tardará en llegar. Piensa que ella lo llevará de la mano ante la Virgen, que la Virgen comprenderá y que a él le será perdonada su culpa. Después va describiendo el Cielo. Entonces hay pormenores que son un poco terribles. Por ejemplo, hay un árbol que es de follaje oscuro y profundo, y a veces se siente que adentro de ese árbol mora la paloma, que es el Espíritu Santo, y las hojas parecen murmurar su nombre. El poema está interrumpido por paréntesis, y esos paréntesis corresponden a lo que siente y piensa el amante en la Tierra. El amante está en una plaza y mira hacia arriba, porque él también está buscándola como ella lo está buscando a él desde las alturas paradisíacas. Y luego ella piensa en los goces que serán suyos cuando él esté en el Cielo, y piensa que viajarán juntos a los hondos pozos de luz. Piensa que se bañarán ahí juntos a la vista de Dios. Y luego dice que «todo esto será cuando llegue, porque sin duda llegará». Pero como el poema es largo, vemos que toda esta esperanza será inútil, que él no será perdonado y que ella está condenada, digamos, al Cielo, como él será condenado al Infierno cuando muera, por su pecado. Y ella misma parece sentirlo así, porque en la última estrofa se inclina sobre la baranda de oro del Cielo y llora, y luego la estrofa concluye así: «y lloró», «and wept». Y luego, entre paréntesis, algo que corresponde a la conciencia del amante: «Yo oí sus lágrimas», «I heard her tears».
El doctor Max Nordau,400 en un libro que fue famoso a principios de este siglo, que se titula Degeneración,401 tomó este poema como prueba de que Rossetti era un degenerado. Dice que el poema es incoherente, que ya que el poeta nos ha advertido que el tiempo pasa de un modo más rápido en el Cielo, ya que han pasado años y todavía no se ha ido del todo el asombro de los ojos de la doncella, entonces ella tendrá que esperar un día o dos a lo sumo y se juntará con el amante. Es decir, el doctor Nordau leyó y analizó el poema y no comprendió que el amante no llegaría nunca, y que ése era el tema del poema: la desventura de un alma en el Cielo porque le falta la felicidad que conoció en la Tierra. El poema —según dice— abunda en rasgos circunstanciales. Por ejemplo, la muchacha está inclinada sobre la baranda de oro del Cielo hasta que —nos dice Rossetti— su pecho debe haber entibiado el metal de la baranda. Y hay otros detalles análogos: al principio todo es maravilloso y luego tenemos pormenores como aquel que dice: «de ese árbol en cuya hondura se siente la paloma». Es decir que es lo que dijo Chesterton: «delight bordering on the edges of nightmare», «delicia que bordea con la pesadilla». Hay como una sugestión de pesadilla en todo el poema, y ya en las últimas estrofas sentimos que si bien el Paraíso sería hermoso, es horrible para ella porque le falta el amante, que no llegará nunca y que no será perdonado como ella. Ahora, no sé si alguna de ustedes querrá leer en voz alta algunas de las estrofas en inglés, para que ustedes oigan la música. ¿No hay nadie aquí que se atreva?

(Pasa una alumna)

Leemos el principio del poema. Léalo lentamente, porque quizá sus compañeras no sean «bienaventuradas» y no comprendan tanto.402

The Blessed Damozel leaned out
From the gold bar of Heaven;
Her eyes were deeper than the depth
Of waters stilled at even;
She had three lillies in her hand,
And the stars in her hair were seven.403

En la primera estrofa hay lo que se llama una rima visual. Por ejemplo, «heaven» rima con «even», porque se escriben igual, y se entiende que eso es una rima. Así Byron dice por ejemplo en unos versos: «Like the cry of some strong swimmer in his agony»,404 «como el grito de un fuerte nadador en su agonía». Y recuerdo que ya de chico yo pronunciaba «agonai», y mi padre me explicó que no, que era una rima visual, que tenía primero que pronunciar «crai» y después «ágoni», porque esa convención ortográfica era aceptada por la poesía, y además se la considera como una riqueza. Por ejemplo, «come»,405 llegar, rima con «home», hogar, porque ambas palabras concluyen con «o-m-e». Y esto no se considera como un defecto, sino como una manera de aliviar, digamos, el peso de la rima. Es como si en Inglaterra no se hubieran acostumbrado del todo a la rima, y sintieran sin saberlo alguna nostalgia por la antigua poesía sajona, contada sin asonantes. Pero vamos a leer desde el principio, y prometo portarme bien y no interrumpir la estrofa.

Her robe, ungirt from clasp to hem,
No wrought flowers did adorn,
But a white rose of Mary’s gift,
For Service meetly worn
Her hair, that lay along her back
Was yellow like ripe corn.406

Hay un lindo rasgo, compara el pelo con el trigo.

Herseemed she scarce had been a day
One of God’s choristers;
The wonder was not yet quite gone,
From that still look of hers;
Albeit, to them she left, her day
Had counted as ten years.407

«Herseemed» es una forma un poco arcaica de decir «parecer». Le parecía haber pasado un solo día. «Choristers» hay que traducirlo por «coristas», palabra poco noble, pero que traduce exactamente «choristers». Rossetti, dada su ascendencia italiana, tendía a hacer agudas las palabras. Vemos aquí «choristers», que rima con «hers», cosa que no ocurre normalmente. Es una particularidad de él hacer agudas las palabras, sobre todo para la rima.

A ella le parecía haber pasado apenas un día
de que era una de las coristas de Dios;
todavía no se había ido del todo el asombro
de su tranquila mirada,
para aquellos a quienes ella había dejado,
su día había sido contado como diez años.

Es decir, habían pasado diez años pero ella creía que apenas hacía un día que estaba en el Cielo. Y ahora sigue un paréntesis: «Y para mí han sido diez años de años». Habla ahora, entre paréntesis, el amante, y dice que él ha esperado tanto que los años han sido como años hechos de años, y a él le parece sentir que «la cabellera de ella cae sobre su cara». Pero no era eso, eran las hojas del otoño que caían sobre su cara de los árboles de la plaza:

(To one, it is ten years of years....
Yet now, and in this place,
Surely she leaned o’er me, —her hair
Fell all about my face...
Nothing: the autumn-fall of leaves.
The whole year sets apace.)

It was the rampart of God’s house
That she was standing on;
By God built over the sheer depth
The which is Space begun;
So high, that looking downward thence
She scarce could see the sun.408

It lies in Heaven, across the flood
of ether, as a bridge.
Beneath, the tides of day and night
With flame and darkness ridge
The void, as low as where this earth
Spins like a fretful midge.409

Ella estaba «sobre la muralla edificada por Dios, sobre la caída, donde empieza el espacio, tan alto que mirando desde arriba apenas podía ver el sol», y el tiempo va pasando rápidamente, así como mareas, mareas oscuras y mareas claras. Y éstas son el día y la noche. En el poema fantástico todo es preciso, y lo preciso va dentro de lo metafórico, y todo es muy visual.

Around her, lovers newly met
‘Mid deathless love’s acclaims,
Spoke evermore, among themselves,
Their heart-remembered names;
And the souls, mounting up to God,
Went by her like thin flames.410

Ella está rodeada de amantes que acaban de encontrarse. Es decir, que son más dichosos que ella, que gozan de una plena felicidad en el Cielo. «Y las almas que iban subiendo a Dios», entre las cuales podía estar el alma del amante, eran «como delgadas llamas».

And still she bowed herself and stooped
Out of the circling charm;
Until her bosom must have made
The barsheleaned on warm,
And the lilies lay as if asleep
Along her bended arm.411

«Y ella seguía inclinándose» —porque estaba impaciente— «y su pecho debió entibiar el metal de la baranda», lo que he hecho notar antes. «Y los lirios estaban como dormidos.»

From the fixed place of Heaven she saw
Time like a pulse shake fierce
Through all the worlds. Her gaze still strove,
Within that gulf to pierce
Its path; and now she spoke as when
The stars sang in their spheres.412

«Y luego ella habló, como cuando las estrellas cantaron en sus esferas». Es decir, en los primeros días del Génesis. Tenemos también en este verso aliteración: stars, sang.

The sun was gone now; the curled moon
Was like a little feather
Fluttering far down the gulf; and now
She spoke through the still weather.
Her voice was like the voice the stars
Had when they sang together.413

«Y su voz era como la voz que tenían las estrellas cuando cantaron juntas.»

(Ah sweet! Even now, in that bird’s song,
Strove not her accents there,
Fain to be hearkened? When those bells
Possessed the mid-day air,
Strove not her steps to reach my side
Down all the echoing stair?)

«I wish that he were come to me,
For he will come», she said.
«Have not I prayed in Heaven? —on earth,
Lord, Lord, has he not pray’d?
Are not two prayers a perfect strength?
And shall I feel afraid?414

Hay una pregunta. Se pregunta, «¿No está tratando su voz de buscar desde la altura?» Ella dice: «Yo deseo que él venga a mí, porque él vendrá». Y este «él vendrá» es dicho ya para convencerse. Ella ya está insegura. «For he will come —she said.» «¿Acaso no he rezado al Cielo, Señor? ¿Acaso él no ha rezado?» Ella ya tiene miedo, pero dice: «¿Y debo sentir miedo?»

When round his head the aureole clings,
And he is clothed in white,
I’ll take his hand and go with him
to the deep wells of light;
As unto a stream we will step down,
And bathe there in God’s sight.415

«Cuando la aureola rodee su cabeza y él esté vestido de blanco» —es decir, cuando él haya muerto y esté perdonado—, «yo lo tomaré de la mano y lo llevaré a los hondos pozos de luz.» Aquí Nordau dijo que cómo en una imagen del Cielo podía ponerse la visión erótica de dos amantes bañándose en un pozo juntos, esto es de un degenerado.

We two will stand beside that shrine,
Occult, withheld, untrod,
Whose lamps are stirred continually
With prayer sent up to God;
And see our old prayers, granted, melt
Each like a little cloud.

We two will lie i’ the shadow of
That living mystic tree
Within whose secret growth the
Dove Is sometimes felt to be,
While every leaf that His plumes touch
Saith His name audibly.416

Bueno, mira el santuario, «cuyas luces están agitadas continuamente por las plegarias que suben hacia Dios, y veremos que las plegarias se disolverán como si fuesen nubecitas, y dormiremos a la sombra de este místico árbol viviente —aquí está— donde se dice que a veces está la paloma» —es decir, el Espíritu Santo—. «Y cada hoja que tocan sus plumas dice audiblemente su nombre.»

And I myself will teach to him,
I myself, lying so,
The songs I sing here, which his voice
Shall pause in, hushed and slow,
Finding some knowledge at each pause,
And some new thing to know.417

Y entonces ella dice que le va a enseñar las canciones que ha aprendido, y cada uno de los versos le revelará algo a él.

(Alas! we two, we two, thou say’st!
Yea, one wast thou with me
That once of old. But shall God lift
To endless unity
The soul whose likeness with thy soul
Was but its love for thee?).418

Entra ahora el amante: «Tú dices “nosotros dos”, pero nosotros somos uno». Hay en cierto modo una especie de conversación entre ellos dos, porque lo que él dice parece que contestara a lo que ella dice. Aunque desde luego él no puede oírla. Sin embargo, parece que siguen unidos como en la Tierra. Ahora, ustedes ven que este poema es en cierto modo un cuento también. Es decir, felizmente para nosotros ha sido escrito en verso, pero podría ser un cuento en prosa, un cuento fantástico. Es de origen narrativo.

We two, she said, will seek the groves
Where the lady Mary is,
With her five handmaidens, whose names
Are five sweet symphonies,
Cecily, Gertrude, Magdalen,
Margaret and Rosalys.

Circlewise sit they, with bound locks
And foreheads garlanded;
Into the fine cloth, white like flame,
Weaving the golden thread,
To fashion the birth-robes for them
Who are just born, being dead.419

«Y buscaremos dónde está Lady Mary con sus cinco doncellas», sus cinco azafatas, de las que luego da los nombres. Ellas están tejiendo los trajes natales para aquellos que acaban de nacer porque han muerto, es decir, acaban de nacer en el Cielo.

He shall fear, haply, and be dumb:
Then I will lay my cheek
To his, and tell about our love,
Not once abashed or weak:
And the dear Mother will approve
My pride, and let me speak.

Herself shall bring us, hand in hand,
To Him round whom all souls
Kneel, the clear-ranged unnumbered heads
Bowed with their aureoles:
And angels meeting us, shall sing
To their citherns and citoles.420

Ella dice que va a juntar mirra con laurel y le dirá a la Virgen su amor, sin ninguna vergüenza, y la querida madre rogará por ellos. Es decir, la Virgen va a dejar que fructifiquen por el amor. «Y ella misma nos ayudará ante Aquel frente a quien se arrodillan todas las almas», es decir, Jesucristo.

There will I ask of Christ the Lord
Thus much for him and me: —
Only to live as once on earth
With Love, —only to be
As then awhile, for ever now
Together, I and he.421

«Yo le preguntaré a Cristo, el Señor, esto para él y para mí.» Ella no quiere pedir ninguna otra cosa. Ella lo único que quiere es ser feliz en el Cielo como alguna vez fue feliz en la Tierra. Hay un soneto de Unamuno sobre el mismo tema, que no quiere otra felicidad que la felicidad que ha conocido en la Tierra, y esto es lo que ella le va a pedir a Jesucristo, que sean felices en el Cielo como lo fueron en la Tierra. Es algo muy apasionado: «que para siempre estemos juntos».

She gazed, and listened, and then said,
Less sad of speech than mild,
«All this is when he comes.» She ceased.
The light thrilled towards her, fill’d
With angels in strong level flight.
Her eyes prayed, and she smil’d.

(I saw her smile.) But soon their path
Was vague in distant spheres:
And then she cast her arms along
The golden barriers,
And laid her face between her hands,
And wept. (I heard her tears.)422

Y al fin: «Todo esto ocurrirá cuando llegue», y el aire estaba «lleno de ángeles en fuerte vuelo», «Sus ojos rezaron, y sonrió». «Yo vi su sonrisa pero pronto su camino fue vago y luego ella puso sus brazos sobre las barreras de oro. Y lloró»: «I heard her tears.»
Bueno, hay otro poema paradisíaco y terrible también, que se llama «Eden Bower». Ahora, «bower» lo traducen en el diccionario por «glorietas», pero hay que traducirlo por «alcoba», salvo que «alcoba» sugiera un lugar cubierto. Pero «bower» es un lugar en el cual se juntan dos amantes. Y aquí, en este poema, Rossetti ha tomado una tradición judía, porque creo que en algún texto judío dice: «Antes que Eva fue Lilith», y Lilith era en el Paraíso una serpiente, que fue la primera mujer de Adán antes de su mujer humana, Eva. Pero en el poema de Rossetti esta serpiente tiene la forma de una mujer y le da dos hijos a Adán. Y Rossetti no nos dice directamente cómo eran esos hijos, pero entendemos que los hijos eran serpientes, porque dice: «shapes that coiled in the woods and waters», formas que se enroscaban en las selvas y en las aguas, «glittering sons and radiant daughters», hijos resplandecientes e hijas radiantes. Luego Dios hace dormir a Adán, saca a Eva de su costilla, y entonces Lilith naturalmente siente envidia, tiene que vengarse. Y entonces ella busca a su primer amante, que era una serpiente, y ella se entrega a él y le pide que le dé su forma, que le dé forma de serpiente. Y luego ella tomará la forma de la serpiente y tentará a Eva, y entonces Adán y Eva serán expulsados del Paraíso. «Y donde hubo árboles habrá cizaña», Adán y Eva errarán por la Tierra, y luego Eva dará a luz a Caín, y después a Abel. Caín matará a Abel «y entonces tú —le dice a la serpiente— beberás la sangre del muerto».
Ahora vamos a oír algunas estrofas —no todas, porque es un poema largo— de este poema de Rossetti. Vuelvo a pedirle su voz, señorita.

(Pasa la alumna y empieza a leer)
It was Lilith the wife of Adam
(Eden bower’s in flower)
Not a drop of her blood was human,
But she was made like a soft sweet woman.

Hay estribillos que se repiten. Tiene un ritmo fuerte:

Era Lilith la mujer de Adán,
(la alcoba de ellos está en flor).

Hay una rima interna: «bower», «flower». Lilith:

En sus venas no había una gota de sangre humana,
pero ella era como una dulce mujer.

(Sigue leyendo la alumna)

Lilith stood on the skirts of Eden;
(And O the bower of the hour!)
She was the first that thence was driven,
With her was hell and with Eve was heaven.

In the ear of the Snake said Lilith:
(Eden bower’s in flower)
«To thee I come when the rest is over;
A snake was I when thou wast my lover».

»I was the fairest snake in Eden;
(And O the bower and the hour!)
By the earth’s will, new form and feature
Made me a wife for the earth’s new creature.

«Take me thou as I come from Adam:
(Eden bower’s in flower)
Once again shall my love subdue thee,
The past is past and I am come to thee».423

«Y ella estaba en los confines del Paraíso.» Cuando a ella la expulsan del Paraíso, porque la han creado a Eva, «con ella está el Infierno y con Eva está el Cielo». Y eso es lo que ella no podía tolerar, porque ella estaba enamorada de Adán. Y entonces le dice a la serpiente que ha sido su primer amante: «He aquí, vuelvo a ti cuando ha pasado lo demás, yo era una serpiente cuando tú eras mi amante, yo era la serpiente más hermosa del Edén». Esto es un poco terrible pero es lindo, porque también debe haber belleza en las serpientes. «Pero me dieron nueva forma y fui una mujer para la nueva criatura del Cielo», esto es, para el hombre. «Tómame, cuando vuelvo de Adán.» Porque ella no le oculta que ella vuelve de Adán y que ha tomado la forma de una mujer. Es un poco una bruja, de acuerdo a la superstición judaica de las brujas de la noche. «De nuevo te subyugará mi amor, el pasado ha pasado y yo vuelvo.»

O but Adam was thrall to Lilith!
(And O the bower and the hour!)
All the threads of my hair are gold
And there in a net his heart was holden.424

«Pero Adán fue un vasallo para Lilith», y sigue: «Todas las hebras de mi pelo son de oro, y en esa red estaba atado su corazón».

O and Lilith was queen of Adam!
(Eden bower’s in flower)
All the day and the night together
My breath could shake his soul like a feather.425

Y ahora... Lilith fue «la reina de Adán», «todo el día y toda la noche podía mi respiración sacudir su alma como una pluma».

What great joys had Adam and Lilith!
(And O the bower and the hour!)
Sweet close rings of the serpent’s twining,
As heart in heart lay sighing and pining.426

Vean ustedes el amor monstruoso de Lilith en estos versos y los que siguen. La repetición del estribillo le da un tono de fatalidad:

What bright babes had Adam and Lilith!
(Eden bower’s in flower)
Shapes that coiled in the woods and waters,
Glittering sons and radiant daughters.427

Ustedes ven que este poema tiene mucho del otro, pero hay diferencias estéticas. Aquí hay algo, el poema tiene algo de obsesión, porque tenía algo de locura este hombre al imaginarse los amores del primer hombre con una serpiente, hay algo monstruoso: «¡Qué resplandecientes niños tuvieron Lilith y Adán!», etcétera.
Ahora, hay otro poema, es un poema erótico también. No sé qué ocurre hoy, pero a Rossetti le gustaban. Este poema es un poema sobre Helena de Troya. Ahora, Helena, como ustedes saben, fue robada por Paris. Luego Paris la lleva a Troya —París es el hijo de Príamo, el rey de Troya—, y ésa es la causa de la guerra de Troya y de la destrucción de la ciudad.
Entonces, este poema podemos verlo. En la primera estrofa, que dice «Helena, de origen celestial, reina de Esparta», y luego «Oh, ciudad de Troya», porque a medida que Rossetti va diciendo esta fábula que ha inventado él, la fábula del origen del amor del príncipe Paris por Helena, él sabe que el resultado de este amor es la destrucción de la ciudad. Y en el poema él nos da simultáneamente los dos tiempos: el origen del amor, de los amores de Helena y de Paris, y luego la ciudad que será destruida. Es como si el poema se diera en la eternidad, como si se dieran a un tiempo las dos cosas, aunque muchos años las separan. Ahora, lo que se refiere al porvenir, lo que para nosotros es el pasado, eso está entre paréntesis también.
Entonces, empieza así:

Helena, de origen celestial, reina de Esparta,
(¡oh, ciudad de Troya!)
tenía dos senos de resplandor celestial,
el sol y la luna del deseo del amor.

Y luego él ya sabe, ya previó lo que ocurrirá y dice: «Troya ha caído, la alta Troya está en llamas». Luego Helena está sola y ella se arrodilla ante el santuario de Venus y le ofrece una copa, una copa que ha sido moldeada sobre sus pechos, que tiene la forma de sus pechos. Este tema lo toma Lugones en un poema titulado «La copa inhallable»,428 pero en el poema de Lugones es un escultor que quiere hacer una copa perfecta, y que sólo la hace cuando toma de modelo los senos de una doncella. Pero aquí, Helena se arrodilla ante Venus, le dice que ella necesita, ella requiere amor, y le ofrece esa copa. Y explica la razón de las formas de esa copa, y le recuerda aquel día ya lejano en que Paris, que era un príncipe y un pastor, tuvo que dar una manzana a la más hermosa de las diosas. Y ahí estaba Minerva, y ahí estaba Juno, y ahí estaba Venus. Y él le dio la copa a Venus.
Y ella le pide a Venus que le dé el amor de Paris, y Venus le dice: «Tú, que estás arrodillada ahí, haz que el amor te levante». Y luego le dice: «Tu don ha sido aceptado». Entonces ella llama a su hijo, a Eros, a Cupido, y le dice que lance una flecha. Y esa flecha llega muy lejos, adonde está durmiendo Paris, entra en su corazón, y entonces se enamora de Helena, a quien no ha visto nunca. Y dice: «Oh, abrazar su cabeza de oro». Y el poeta vuelve con el estribillo: «Troya ha caído, la alta Troya está en llamas». Es decir, desde el momento en que Paris se enamora de Helena, ya preexiste el porvenir, ya Troya está en llamas.
Y ahora vamos a oír este poema con circunstancias que yo sin duda habré olvidado. En este poema los paréntesis no corresponden a los pensamientos de otra persona, sino a lo que fatalmente ocurrirá cuando llegue el futuro. Se llama «Troy Town». Esto es una forma medieval. Actualmente no se diría «Troy Town», sino «the town of Troy». Pero en la Edad Media se decía «Troy Town», en francés también. Y nosotros en anglosajón hemos visto que para decir «Londres» decían Londonburh, y para decir «Roma», Romeburh.429 Aquí hay una forma análoga.
Ahora, Andrew Lang dijo que esta balada no era, evidentemente, una balada popular, porque Rossetti evidentemente no ha pretendido que lo fuera. Es un poema culto y artificial en el buen sentido de la palabra.

(La alumna empieza a leer el poema)

Heavenborn Helen, Sparta’s queen,
(O Troy Town!)
Had two breasts of heavenly sheen,
The sun and moon of the heart’s desire.
All Love’s lordship lay between,
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)

Helen knelt at Venus’s shrine,
(O Troy Town!)
Saying, «A little gift is mine,
A little gift for a heart’s desire.
Hear me speak and make me a sign!
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)»430

Cuando dice: «Óyeme hablar y hazme una seña», ya al decir eso Troya ha caído, ya Troya está en llamas.

Look, I bring thee a carven cup
(O Troy Town!)
See it here as I hold it up,
Shaped it is to the heart’s desire,
Fit to fill when the gods would sup.
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!).431

Helena a Venus: «te traigo una copa esculpida, digna de llenar el banquete de los dioses».
It was moulded like my breast;
(O Troy Town!)
He that sees it may not rest,
Rest at all for his heart’s desire
Or give me my heart’s behest!
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)432

«No podrá escapar al anhelo de mi corazón.» Y el estribillo: «Troya en llamas».

See my breast, how like it is;
(O Troy Town!)
See it bare for the air to kiss!
Is the cup to thy heart’s desire?
O for the breast, O make it his!
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)433

«Mira mi pecho, cómo se parece. Aquí está desnudo, para que el aire lo bese.»

Yea, for my bosom here I sue;
(O Troy Town)
Thou must give it where’tis due,
Give it three to the heart’s desire.
Whom do I give my bosom to?
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)

Each twin breast is an apple sweet!
(O Troy Town!)
Once an apple stirred the beat
Of thy heart with the heart’s desire:
Say, who brought it then to thy feet?
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)434

«Oh, Troy Town, tienes que dármelo, porque me corresponde. ¿A quién le daré mi pecho?» —porque ella no sabe todavía—. Aquí entra el tema de la manzana.

They that claimed it then were three:
(O Troy Town!)
For thy sake two hearts did he
Make forlorn of the heart’s desire.
Do for him as he did for thee!
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)435

«Los que pretendieron esta copa eran tres.» Son rivales, al final quedaría uno solo. «¿Por qué hay derecho de que dos corazones sean despojados del anhelo del amor?»

Mine are apples grown to the south,
(O Troy Town!)
Grown to taste in the days of drouth,
Taste and waste to the heart’s desire:
Mine are apples meet for his mouth!
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)436

«Las mías son manzanas que crecen hacia el sur, para gustar en los días de la sequía. Las mías son manzanas dignas de su boca.»

Venus looked on Helen’s gift,
(O Troy Town!)
Looked and smiled with subtle drift,
Saw the work of her heart’s desire:
«There thou kneel’st for love to lift
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)

Venus looked in Helen’s face,
(O Troy Town!)
Knew far off an hour and place,
And fire lit from the heart’s desire;
Laughed and said, «Thy gift hath grace
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)437
Cupid looked on Helen’s breast,
(O Troy Town!)
Saw the heart within its nest,
Saw the flame of the heart’s desire
Marked his arrow’s burning crest.
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)

Cupid took another dart,
(O Troy Town!)
Fledged it for another heart,
Winged the shaft with the heart’s desire,
Drew the string and said, «Depart
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)

Paris turned upon his bed,
(O Troy Town!)
Turned upon his bed and said,
Dead at heart with the heart’s desire,
«O to clasp her golden head
(O Troy’s down,
Tall Troy’s on fire!)438

En estos versos está apasionado, solicita el amor. Luego está Paris dormido, y al fin dice: «Oh, ¡quién pudiera abrazar su cabeza de oro!» Y por fin llega el estribillo final: «Oh, Troy Town! Tall Troy’s on fire!»
En la próxima clase hablaremos de William Morris.

Miércoles 7 de diciembre de 1966



Notas


399 Borges se refiere en detalle a esta leyenda en la página que dedica a Burak en su Libro de los seres imaginarios, OCC 599.
400 Max Nordau. Escritor y médico húngaro de origen hebreo nacido en Pest en 1849 y fallecido en París en 1923. Su obra más conocida es Die Konventionellen Lügen der Kulturmenschheit, «Las mentiras convencionales de nuestra civilización» (1883).
401 El título original del libro es Entartung. Fue publicado en 1893 y proponía el estudio del genio artístico como producto de la degeneración y la enfermedad.
402 A partir de aquí, como queda claro, una alumna leía el poema y Borges lo iba comentando estrofa por estrofa. Las lecturas en inglés habían sido omitidas de la transcripción original, pero se las repone aquí para permitir una mejor apreciación de los comentarios y traducciones de Borges.
403 «La Doncella Bienaventurada se inclinó / Sobre la baranda de oro del Cielo; / Sus ojos eran más profundos que la hondura / De aguas aquietadas al atardecer; / Tenía tres lirios en la mano, / Y las estrellas de su pelo eran siete.»
404 En Don Juan, de Lord Byron, Canto II, LUI, «A solitary shriek, the bubblingcry / Of some strong swimmer in his agony».
405 Se pronuncia «cam». Lo que Borges da a entender como «rima visual» es la combinación de dos palabras cuya terminación se escribe igual, pero se pronuncia distinto. Esto es posible en el idioma inglés por la complejidad de su pronunciación, a la que Borges ya hizo referencia en la clase 7.
406 Segunda estrofa del poema. «A su vestido, suelto desde el broche al dobladillo, / No lo adornaba ninguna flor, / Excepto una rosa blanca, regalo de María, / llevada convenientemente para el oficio / Su cabello, que caía a lo largo de su espalda / Era amarillo como el trigo maduro.»
407 Tercera estrofa del poema. Borges traduce la estrofa a continuación.
408 Estrofas cuatro y cinco. «(Para uno, son diez años de años. / ... Y sin embargo, en este mismo lugar, / Ella se inclinó una vez sobre mí, —sus cabellos / Caían sobre mi rostro... / Nada: la caída otoñal de las hojas. / El año entero pasa veloz.) // Sobre la muralla de la casa de Dios / Ella estaba de pie; / Edificada por Dios sobre la profundidad vertical / Donde empieza el Espacio; / Tan alta, que mirando desde allí hacia abajo / Ella apenas podía ver el sol.»
409 Estrofa seis. «[La casa] está en el Cielo, más allá del torrente / De éter, como un puente. / Abajo, las mareas del día y de la noche / Con llamas y oscuridad forman / El vacío, que llega hasta el fondo donde este mundo / Gira como un mosquito irritado.»
410 Séptima estrofa del poema. «A su alrededor, amantes reencontrados / Entre las aclamaciones inmortales del amor, / Pronunciaban entre sí, / Sus nombres recordados en el corazón; / Y las almas, que iban subiendo hacia Dios / Pasaban a su lado como delgadas llamas.»
411 Octava estrofa del poema. «Pero ella seguía inclinándose, y observando / Hacia abajo desde aquel balcón; / Hasta que su pecho debió / Entibiar el metal de la baranda, / Y los lirios quedaron como dormidos / A lo largo de su brazo doblado.»
412 Novena estrofa. «Desde ese lugar fijo en el Cielo ella vio / Que el tiempo se agitaba como un pulso intenso / A través de todos los mundos. Su mirada se esforzaba, / Por alcanzar a través de ese gran abismo / Su camino; y luego ella habló una vez como / Cuando las estrellas cantaron en sus esferas.»
413 Décima estrofa. «El sol se había ido ahora; la rizada luna / Era como una pequeña pluma / Revoloteando en el abismo; y ahora / Ella habló a través del aire inquieto. / Su voz era como la voz que tenían las estrellas / Cuando cantaron juntas.»
414 Estrofas once y doce. «(¡Ah, cuán dulce! Incluso ahora, en esa canción de pájaro, / ¿No intentaban acaso sus palabras, / Alcanzar la lejanía? Cuando esas campanillas / Poseyeron el aire del mediodía, / ¿No intentaban acaso sus pasos llegar a mi lado / Bajando aquella resonante escalera?) // “Deseo que él venga a mí, / Porque él vendrá”, dijo ella. / “¿Acaso no he rezado al Cielo? —en la tierra, / Señor, Señor, ¿acaso él no ha rezado? / ¿No son dos ruegos una perfecta fuerza? /¿Y debo sentir miedo?”»
415 Estrofa trece. «Cuando la aureola rodee su cabeza, / Y él esté vestido de blanco, / Yo lo tomaré de la mano y lo llevaré / A los hondos pozos de luz; / Y bajaremos hasta la corriente, / Y nos bañaremos a la vista de Dios.»
416 Estrofas catorce y quince. «Estaremos de pie al lado de ese santuario, / Oculto, alejado, no hollado, / Cuyas lámparas están agitadas continuamente / Con las plegarias que suben hacia Dios; / Y veremos nuestras viejas plegarias cumplirse y disolverse / Como si fuesen nubecitas. // Y dormiremos a la sombra / De ese místico árbol viviente / En cuyo secreto ramaje / Se siente que a veces está la Paloma, / Y cada hoja que tocan Sus plumas / Dice audiblemente Su nombre.»
417 Estrofa dieciséis. «Y yo misma le enseñaré, / Yo misma, yaciendo así, / Las canciones que canto aquí, en las que su voz / Se detendrá en murmullos, lentamente; /Y él encontrará sabiduría en cada pausa, / Y algo nuevo para aprender.»
418 Estrofa diecisiete. «(¡Ay! ¡Nosotros dos, nosotros dos, dices tú! / Si tú eras una conmigo / En el pasado. ¿Pero acaso elevará Dios / Hacia la unidad eterna / Al alma cuya similitud con la tuya / Consistía en su amor hacia ti?)»
419 Estrofas dieciocho y diecinueve. «Los dos, dijo ella, buscaremos el bosqueci11o / Donde está María, / Con sus cinco doncellas, cuyos nombres / Son cinco dulces sinfonías, / Cecilia, Gertrudis, Magdalena, / Margarita y Rosalía. // En círculo sentadas, con sus rizados cabellos / Y sus frentes adornados con guirnaldas; / En fina tela, blanca como la llama, / Bordando el hilo dorado / Para hacer el traje natal de aquellos / Que acaban de nacer, porque han muerto.»
420 Estrofas veinte y veintiuno. «Él temerá, feliz, y quedará callado: / Entonces yo apoyaré mi mejilla / En la suya, y diré acerca de nuestro amor, / Sin vergüenza y sin temor: / Y la querida Madre aprobará / Mi orgullo, y me dejará hablar. // Ella nos llevará, la mano en la mano, / Hasta a Aquél junto a Quien todas las almas / Se arrodillan, la fila de cabezas sin número / Agachadas con sus aureolas: / Y los ángeles al encontrarse con nosotros, tocarán / Sus cítaras y cítolas.»
421 Estrofa veintidós. «Allí yo le pediré a Cristo, el Señor / Sólo esto para él y para mí: — / Vivir como una vez vivimos en la tierra / Con Amor, — nada más estar / Como una vez estuvimos por un tiempo, ahora por siempre / Juntos, él y yo.»
422 Estrofas veintitrés y veinticuatro, conclusión del poema. «Ella miró, y escuchó, y dijo, / Su voz más apacible que triste, / “Todo esto sucederá cuando él venga”. Ella calló. / Y la luz la iluminó, lleno / Estaba el aire de ángeles en fuerte y parejo vuelo. / Sus ojos rezaron, y ella sonrió. // (Yo vi su sonrisa.) Pero pronto su camino / Fue vago en distantes esferas: /Y luego ella apoyó sus brazos / Sobre aquella baranda de oro, / Y dejó caer su rostro entre las manos, / Y lloró. (Yo oí sus lágrimas.)»
423 Estrofas dos a cinco del poema. «Lilith estaba en los confines del Paraíso; / (Y, ¡oh la alcoba de la hora!) / Ella fue la primera desde allí conducida, / Con ella estaba el infierno y con Eva el cielo. // Al oído de la Serpiente dijo Lilith: / (La alcoba del Edén está en flor) / “A ti acudo cuando lo demás ha pasado; / Yo era una serpiente cuando tú eras mi amante. // Yo era la serpiente más hermosa del Edén; / (Y, ¡oh la alcoba de la hora!) / Por designio de la tierra, nuevo rostro y forma / Me hicieron esposa de la nueva criatura terrenal. // Tómame, ya que vengo de Adán: / (La alcoba del Edén está en flor) / Una vez más te subyugará mi amor, / Lo pasado es pasado y yo acudo a ti.”»
424 Sexta estrofa. «¡Oh, pero Adán era vasallo de Lilith! / (Y, ¡oh la alcoba de la hora!) / Todas las hebras de mi cabello son doradas / Y en esa red fue atrapado su corazón.»
425 Séptima estrofa. «¡Oh, y Lilith fue la reina de Adán! / (La alcoba del Edén está en flor) / Día y noche siempre unidos / Mi respiración sacudía su alma como a una pluma.»
426 Octava estrofa. «¡Cuántas alegrías tuvieron Adán y Lilith! / (Y, ¡oh la alcoba de la hora!) / Dulces íntimos anillos del abrazo de serpiente, / Al yacer dos corazones que suspiran y anhelan.»
427 Novena estrofa. «¡Qué niños resplandecientes tuvieron Adán y Lilith! / (La alcoba del Edén está en flor) / Formas que se enroscaban en los bosques y las aguas, / Hijos relucientes y radiantes hijas.»
428 «La copa inhallable» es una extensa égloga perteneciente al libro de Leopoldo Lugones Lunario sentimental (1909).
429 Borges se refiere al descubrimiento de estas dos palabras en su conferencia sobre «La Ceguera», en Siete noches, OC vol. III, pág. 280.
430 Primera y segunda estrofas. «Helena, de origen celestial, reina de Esparta, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Tenía dos senos de resplandor celestial, / El sol y la luna del deseo del amor. / Todo el poder del Amor entre ellos, / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!) // Helena se arrodilló ante el altar de Venus, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Diciendo: “Un pequeño don me pertenece, / Un pequeño don para el deseo de un corazón. / ¡Oye mis palabras y hazme una seña! / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)”»
431 Tercera estrofa. «Mira, te traigo una copa tallada, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Mírala mientras la sostengo, / Su forma es la del deseo amoroso, / Lista para ser llenada en la cena de los dioses. / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
432 Cuarta estrofa. «Fue moldeada con la forma de mi pecho; / (¡Oh ciudad de Troya!) / Quien la contemple no podrá descansar, / No podrá escapar al anhelo de su corazón / O deberá obedecer a las órdenes del mío! / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
433 Quinta estrofa. «Contempla mi pecho, cómo se le asemeja; / (¡Oh ciudad de Troya!) / ¡Míralo desnudo para que lo bese el viento! / ¿Se ajusta la copa al deseo de tu corazón? / ¡Oh este pecho, oh, haz que a él pertenezca! / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
434 Sexta y séptima estrofas. «Sí, por mi pecho aquí suplico; / (¡Oh ciudad de Troya!) / Debes entregarla donde corresponde, / Entregarla allí al deseo amoroso. / ¿A quién le daré mi pecho? / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!) //¡Cada pecho gemelo es una dulce manzana! / (¡Oh ciudad de Troya!) /Cuando una manzana agitó el latido / De tu corazón con el deseo amoroso: / Di, ¿quién lo llevó entonces a tus pies? / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
435 Octava estrofa. «Los que entonces la pretendieron eran tres: / (¡Oh ciudad de Troya!) / Por tu causa a dos corazones / Él despojó del deseo amoroso. / ¡Haz por él lo que él hizo por ti! / (¡Oh, Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
436 Novena estrofa. «Mías son las manzanas que crecen en el sur, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Para ser saboreadas en los días de sequía, / Saboreadas y sacrificadas al deseo amoroso: / ¡Mías son las manzanas dignas de su boca! / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
437 Estrofas diez a once. «Venus observó el don de Helena, / (¡Oh ciudad de Troya!) /Lo miró y sonrió de forma sutil, / Vio la obra del deseo de su corazón: /“Allí te arrodillas, para que lo eleve el amor” / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!) // Venus observó el rostro de Helena, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Supo de lejos una hora y un sitio, / Y encendió el fuego del deseo amoroso; / Rió y dijo: “¡Tu don goza de mi favor!” / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»
438 Estrofas doce a catorce, conclusión del poema. «Cupido observó el pecho de Helena, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Vio el corazón en su nido, / Vio la llama del deseo amoroso / Apuntó el extremo ardiente de su flecha. / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!) // Cupido tomó otra flecha, / (¡Oh ciudad de Troya!) /La preparó para otro corazón, / Dio a la saeta el deseo amoroso, / Estiró el arco y dijo: “¡Vuela!” / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!) // Paris se revolvió en su lecho, / (¡Oh ciudad de Troya!) / Se revolvió en su lecho y dijo, / Muerto su corazón por el deseo amoroso, / “¡Oh quien pudiera abrazar su cabeza de oro!” / (¡Oh Troya ha caído, / La alta Troya está en llamas!)»







En Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Edición, investigación y notas: Martín Arias & Martín Hadis
Buenos Aires © María Kodama, 2000

Imagen arriba: Portrait Dante Gabriel Rossetti by George Frederic Watts
Vía NPG
Foto al pie: Max Nordeau (sin atribución) via.lib.harvard.edu



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